Antes de la aparición del primer médico homeópata en nuestra tierra e ignorándos
e cómo llegó a sus manos tan poco tiempo después de la publicación en 1810
del Organón de la Medicina por Samuel Hahnemann, el Libertador General
José de San Martín utilizó un Botiquín Homeopático durante la Campaña de
los Andes que se conserva en el Museo Sanmartiniano de Mendoza, ubicado
en calle Remedios de Escalada de San Martín 1843 de dicha ciudad.
Los trabajos más importantes sobre la vida y salud del General San Martín
fueron los de Dreyer, quién se ocupara de las enfermedades del general
con estricto criterio clínico-semiológico, ante la nebulosa de sufrimientos
experimentados en una época en que recién se incorporaba el método clínico
científico, pero con la limitación de que se carecía de recursos auxiliares
de diagnóstico de laboratorio químico biológico y de imágenes.
Fue el médico Federico Cristian el primero en sospechar que uno de los
padecimientos del General San Martín fue una úlcera gastroduodenal.
Otros médicos afirmaron que el diagnóstico debió ser tuberculosis y que
la muerte de San Martín se habría producido por corazón pulmonar crónico,
secuela de una fibrosis pulmonar, enfermedad ésta que contrajo el general
durante sus campañas militares.
Le era muy dificultoso reponerse de las lentas travesías entre Tucumán
y Córdoba, con los escasos recursos terapéuticos de 1814.
Se entiende que también sufría de accesos de asma exalergénico, según la
clasificación de Rackerman de 1947, que comienzan en España, en 1808 y
se repiten en varias oportunidades.
A principios del siglo 19 no se tenía idea de lo que era el asma.
En la batalla de Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, a los 39 años, por
un ataque reumático nervioso tuvo dificultades para mantenerse a caballo.
Los factores condicionantes fueron el frío, la fatiga, el cruce de Los
Andes y las preocupaciones.
Después de otros ataques, a veces muy intensos, recuperaba la movilidad
y no le dejaron deformidad alguna.
Observaba reposo y buscaba alivio en estaciones termales, incluso en su
exilio voluntario en Europa.
Siete veces cruzó San Martín la cordillera.
Una de ellas, el 14 de enero de 1820, a los 42 años, fue trasladado en
camilla desde Cuyo hasta Cauquenes, en Chile, para tomar baños termales,
acompañado por un batallón de 60 Granaderos, hecho éste en que quizá se
inspiró una famosa cueca.
Sufría de insomnio y convulsiones por el estrés de su tren de vida y por
las hemorragias de su úlcera.
También padeció de temblor en la mano derecha (1818) que desapareció con
el tiempo.
Manuel Belgrano le escribió:
No deje usted de galvanizarse.
Murió posiblemente por un shock hemorrágico de úlcera gastroduodenal.
El frío glacial que sintió se debió a hipotensión por hipovolemia, con
lucidez y plena conciencia de su situación gravísima.
Instantes después, cuando la pérdida de sangre fue muy crítica, perdió
el conocimiento y tuvo la convulsión, expresión de anemia y anoxia cerebral.
Expiró el 17 de agosto de 1850, a las 15 horas en su casa de Boulogne Sur
Mer, Francia.
Tenía 72 años.
Había nacido el 25 de febrero de 1777.
Los médicos que estudiaron las enfermedades de San Martín, quizá por ser
alópatas, soslayaron un recurso terapéutico al que acudió el prócer y en
el cual encontró alivio a sus padecimientos.
En una vitrina del Museo Histórico General José de San Martín, en Mendoza,
se exhibe un Botiquín Homeopático de bolsillo, abierto, con sesenta tubitos
que contenían glóbulos de la 6ta.
potencia centesimal.
Son varios -casi vacíos- y los medicamentos son: Belladona, Bryonia, Bromiun,
Conium, Ipeca, Nux vómica, Pulsatilla y Spongia.
Ángel Correas, prócer de la Independencia, se lo obsequió.
Lo utilizó para él y sus soldados para el cruce de Los Andes.
Y también acudió a estos recursos en Europa.
En el segundo tomo de
"
Historia de San Martín y de Emancipación Sudamericana
"
, Bartolomé Mitre habla de dos tipos de héroes militares.
Por un lado, los sanos y robustos para sobrellevar las fatigas y dar a
los soldados el ejemplo de la fortaleza en el peligro.
Por otro, los que se sobreponen sobre su físico por la energía de su espíritu.
A esta raza heroica, concluye, pertenecía San Martín.
Nuestra admiración y respeto para un prócer, avanzado en su época, que utilizaba
la Homeopatía.