Aunque nunca podamos determinar con exactitud la acción
terapéutica de nuestros medicamentos, sabemos, por la experiencia
práctica de su aplicación, que provocan cambios sobre los seres
vivos en sus hilos más sutiles, en el nivel de la energía vital.
Bien sabemos que la mayoría de nuestros medicamentos escapan a los
controles químicos y se puede decir que ya no poseen moléculas de la
sustancia original, sino sólo del excipiente, alcohol- agua.
Por lo tanto somos conscientes de que no preparamos diluciones, sino
estados o niveles de energía, a los que llamamos dinamizaciones.
Para preparar cualquier dinamización, tomamos una parte del nivel de
energía o dinamización anterior y cuando preparamos nuestra primera
dinamización debemos tomar una parte del estado energético madre o básico,
entonces: no sería la energía el parámetro para calcular la FM
(Fuerza Medicamentosa) de nuestras preparaciones madres?
Porque, en un medicamento vegetal, por ejemplo, ¿qué es lo que queremos
capturar cuando preparamos su TM? Sus principios químicos? Unas cuantas
moléculas producidas como consecuencia de su metabolismo?... Presentimos
que hay algo más, algo escencial, que motiva no sólo la formación de los
principios activos, sino todas las demás características que constituyen
al vegetal y que lo hacen diferente de las otras especies. Esta escencia
es energía.
Pero cómo podemos medir esa energía potencial que luego de la dilución y
sucución despierta una verdadera energía medicamentosa, capaz de alterar el
estado de equilibrio, salud o enfermedad, en el que se encuentra un ser?
La respuesta podría estar en el campo más fino de la física y la encontraremos,
quizás, con el tiempo.
Sin embargo, aún sin respuestas exactas, debemos elaborar nuestros
medicamentos y tratar de que nuestras primeras diluciones sean homogéneas,
para lo cual nos regimos por los únicos parámetros que por ahora podemos
medir: el peso o volumen de las sustancias químicas o de las drogas usadas
como punto de partida.
Pero el hecho de que los farmacéuticos hayamos simplificado las cosas no
tuvo como consecuencia la uniformidad en nuestras preparaciones básicas
respecto a estos parámetros.
El término FM esta íntimamente ligado al de concentración. Entonces, si
hablamos de una sustancia química definida, no nos encontramos con mayores
inconvenientes; la concentración es la relación entre el soluto y solvente,
o solución. El soluto es la sustancia química, el solvente es agua, alcohol,
o agua alcoholizada; ambos pueden medirse (en peso o en volumen), por
separado antes de realizar la solución, con lo que tenemos resuelto el
problema, ya que fácilmente podremos calcular la concentración, o la FM.
Cuando nos encontramos con una droga natural, por ejemplo de origen vegetal,
comienzan las dificultades en la definición y medidas de soluto y solvente,
y por consecuencia en la determinación de la concentración. Esto sucede,
claro, porque no toda la droga que se pesa, pasa luego a formar parte de
la TM, sino que una porción de ella es retirada, por no ser soluble en la
preparación final.
El principal problema radica, entonces, en determinar cuál es el soluto, o lo
que sería lo mismo: la concentración de qué queremos tener en cuenta?
La libertad de pensamiento que tenemos los seres humanos, motivó que se
originaran distintas respuestas a esta pregunta, por lo que se adoptaron
diferentes criterios para calcular la FM.
Considerando la importancia de estudiar los diversos puntos de vista, cuántos
y cuáles son esos criterios y cuáles son, a nuestro modo de ver, sus ventajas
y desventajas es que decidí comenzar este trabajo.